sábado, 3 de noviembre de 2018

Entre la vida y la muerte

Conversión de Jalil Abbud:



"Una espesa oscuridad nubló mi visión, sentía que mis pies andaban en línea recta, no podía tropezar con nada, al menos no tuve ese temor. De pronto, topé con pared, la fui tanteando hasta encontrar una puerta de madera, la abrí con reserva, se fue filtrando la luz, al abrirla por completo no daba crédito con el paisaje que tenía ante mí.



Un jardín exuberante con altas palmeras, abundaban fragantes jazmines y orquídeas; en medio de todo, un ojo de agua diáfana, las sensaciones me llegaban triplicadas: los olores, los sonidos de los cánticos de las aves de colores que revoloteaban a mi alrededor, mi vista ahora era perfectamente nítida, no precisaría de esos lentes que últimamente me habían sido tan necesarios.







Tuve la sensación que haber estado aquí antes, ¿Cuándo?, permanecí unos minutos meditando, no sentía calor pero un impulso me llevó a mojar mi rostro en aquellas aguas tan claras cuando me vi interrumpido por una voz ronca me cuestionó:

-          ¿Te has refrescado lo suficiente? Nos aguarda un largo camino-.



Alcé la vista, era un hombre protegido con el típico traje azul de los tuareg, sólo se asomaba su oscura mirada que expelía autoridad, acerté a asentir con la cabeza:

-          ¿A dónde vamos?-.



No contestó, me limité a seguirlo, me dio las riendas de un magnífico caballo blanco, un ejemplar pura sangre árabe, hasta ese instante me di cuenta, esta escena la había vivido antes, en una de mis huidas al desierto cuando era un niño, un tuareg me encontró vagando, pasamos por un oasis cercano por agua y me llevó de regreso al Cairo, al parecer era un pariente muy lejano. A partir de ese momento aquel hombre en específico se convirtió en un gran consejero.



El trayecto fue silencioso, el día terminaba, los rayos solares dieron paso a la sonrisa de la Luna, cuando por fin llegamos, teníamos a las pirámides de Giza como escenario, había una tienda, me indicó que entrara, tan pronto lo hice aquel hombre sabio del desierto desapareció junto con los caballos.







Traté de conciliar el sueño en vano, caminé por los alrededores, fui testigo de un amanecer similar al que presencié cuando le pedí matrimonio a Gemma, una extraña tranquilidad me invadió un fuerte olor a sándalo me atrajo a una tienda totalmente blanca en cuyo centro se hallaba  una pequeña mesa de madera sobre la que había una bandeja de plata con su respectiva tetera y vasos a juego de donde emanaba un oloroso té de menta, la mesita se encontraba rodeada por diversos almohadones bordados.



Una anciana salió a mi encuentro, de inmediato supe que era mi jaddati, mi querida abuela, me sonrió y señaló:



-          El té está servido, compartámoslo antes de que te vayas-.

-          Y si, ¿quisiera quedarme aquí contigo?-.



Era en verdad atrayente permanecer ahí, me olvidé de todo, la amenaza de Gauthier, mis ganas de seguir adelante con los proyectos que había iniciado, tan engañosamente seductor que hasta había relegado la mirada, la sonrisa hechizante, el atrapante aroma, la voz, la sensación de calma; en fin, todo aquello que es Gemma. Ese pasaje que se experimentaba durante la conversión era una prueba más, la misión de los seres queridos era impulsarnos a seguir porque era condenadamente atractivo quedarse, entonces…



Soltó una de sus habituales carcajadas y negó con la cabeza:





-          Entonces no servirá de nada lo que has hecho hasta ahora, generaciones atrás de ti han deseado labrar su propio destino, han querido escuchar su propia voz, tú lo has hecho, siempre supe que lo harías, sigue adelante, que no te abandone ahora el valor que muchos de nosotros no tuvimos-.



Como siempre, tenía razón, bebimos té, reímos, lloramos, nos abrazamos, bendijo mi unión con Gemma y me entregó otro caballo blanco, cuando apenas llevaba unos cuantos galopes y volví la vista, todo había desaparecido, sólo me quedaba desierto por delante.

El mediodía dio paso al ocaso y muy pronto al anochecer, de nuevo encontré un oasis, en esta ocasión había una tienda abandonada en la que pernocté acostado viendo el firmamento nocturno hasta que amaneció.



Al salir de la tienda me sobresalté al no ver al pura sangre blanco con el que había llegado pero de la nada llegó otro corriendo a encontrarme, luego de beber bastante agua, emprendimos el camino, cabalgamos por un gran lapso de tiempo, fueron muchas horas aunque no podría asegurarlo. De pronto nos guiamos por un rugido, parecía el de una marea, en efecto, era el oleaje, estábamos cerca del mar, de nuevo el atardecer se hizo presente, sentí que habíamos llegado al final del viaje, ¿Qué debía hacer?, el caballo fue sumergiéndose en el agua hasta que desapareció, por inercia lo seguí hasta la que la marea me arrastró y la vez que me ahogaba, sentía que volvía a la vida”.



Fui abriendo los ojos, estaba sobre una cama, estaba recibiendo una transfusión, en ese momento entraron Axel y Vladimir, me desconectaron, indicaron que ya estaba estable, anunciaron que pronto Gemma vendría verme, a ella también le habían hecho una, me explicaron que tanto inmortal como neonato debían recibir la misma transfusión, ya que el primero perdía mucha de su energía, el segundo despertaría con una sed desmedida que le orillaría a alimentarse con el primer humano que encontrara y ese era un comportamiento que se evitaba a toda costa, por eso ellos tenían que servir de apoyo en todo momento en este acto.



Me sentía revitalizado, imparable, con el tiempo a mi favor, sólo tenía que ser paciente durante  los siguientes 5 años que se requerían para controlar el apetito, por lo cual, no podría exponerme demasiado a la luz solar porque me debilitaría a tal grado de perder el control pero puesto a que con la conversión se adquieren parte de las habilidades del conversor, precisé de menos tiempo, mi existencia transcurrió más o menos normal de lo que puede ser dentro del mundo inmortal, logré mis próximas metas y pude darle a mi esposa un hogar en la campiña inglesa a donde escapar e inspirarse para sus próximos diseños, de igual forma yo lo veía así, pude conocer más a los miembros de la familia vampírica y en muchas ocasiones junto con Gemma fungí como consejero, aproximadamente por el año de 1963 recibí una llamada procedente del Cairo, extrañamente mi hermana consiguió nuestro número del departamento que siempre ocupábamos cuando trabajábamos en Londres, acudir a ese llamado urgente una vez más cambió nuestra existencia y contribuiría a aumentar aquel clan del que ya soy parte, pero esa, es otra historia.