La noche estaba en todo su esplendor, la
luz de la luna era mi única compañía, sola en la inmensidad de la noche,
indefensa ante su reinado y ante su poder, sólo esperaba que me diera el
zarpazo final, o que tal vez por alguna inesperada decisión se compadeciera de
mí, el cielo que hace unos momentos se perdía en intensas tonalidades violetas,
naranjas y azules, ahora ha claudicado ante la hora más oscura tornándose
completamente negro.
Las horas vuelven a transcurrir totalmente
lentas, como si temieran avanzar, ¿se congelan de miedo?, ¿de frío?, no lo sé,
mi mente ya no carbura más, se ha extraviado en la inmensidad de la batalla
continua de la caída a la salida del sol, se ha perdido en los rocíos
cristalinos del amanecer.
Cordura, ven a mí, rescátame del lugar a
donde acabo de ir, poco a poco percibo los débiles latidos de mi corazón, mi
pulso vuelve a ser normal, siento el calor confortable de una llama cercana y
mis ojos están a punto de abrirse, ¿estoy ante las puertas del cielo?, ¿del
infierno?, sea lo que sea, estoy a punto de averiguarlo.
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