Celeste y Axel
En menos de quince minutos llegó con la comida, aproveché el
camino para dormir un poco, al llegar ofreció llevarme en brazos pero rechacé
la oferta entramos al departamento y nuevas sensaciones se apoderaron de mí,
definitivamente el sueño se me había quitado, además de que otro tipo de
apetito se apoderó de mi cuerpo. No quise comer en la mesa del comedor sino en la barra de la
cocina, de pronto se me antojó una copa de vino, afortunadamente teníamos una
botella en la semivacía cava, él la descorchó y me sirvió una copa, antes de
dármela se detuvo unos minutos, la olió, suspiró con placer, supuse la tortura
que debía ser tener frente a él alimentos exquisitos y no poderlos degustar,
puso la copa en mis manos, tomé un sorbo, una gota me escurrió por los labios,
siguió hasta mi cuello y se detuvo en el nacimiento de mis senos.
¿Cómo describir esa tensión sexual que estaba generándose?,
yo deseaba que él hiciera algo que detonara la situación; sin embargo, se
limitó a pasarme una toalla para limpiarme, decepcionada me paré del banco
dispuesta a irme a mi cuarto a cambiarme y tratar de dormir, cosa que estas alturas
pensaba que sería imposible, pero él me detuvo, me cargó y me sentó sobre la
barra, luego casi al oído me dijo:
-
Sabes que así no puede ser, pero nada impide que
pueda ser al revés-.
Entonces fue cuando él se llevó la copa a la altura de los
labios, dejó verter sobre él una fina gota de ese delicioso vino tinto que le
llegó a la clavícula, puse mis labios sobre su fina y pálida piel, al principio
la sentí fría pero no me importó, seguí hasta su cuello y me detuve en sus
labios que ya me esperaban ansiosamente, el beso fue apasionado, avasallador,
demostraba la necesidad que habíamos tenido de este contacto, su temperatura
corporal fue mediándose hasta hacerse cálida.
Sin dejar de besarnos lo sujeté de la cintura con mis
piernas, le pasé una mano debajo de la ropa, nos detuvimos, nos vimos
intensamente por unos instantes, luego como una fiera salvaje realmente insaciable
le arranqué la camisa y la aventé al otro extremo, hizo lo mismo con mi blusa,
de igual forma me quitó la falda y los zapatos, también se descalzó, nos
volvimos a besar, me trepé sobre él, me sujetó con fuerza y así nos fuimos a mi
recámara.
Caímos sobre la cama, le quité de un tirón el pantalón de
vestir, nos unimos en un abrazo y rodamos hasta caer al piso, no pude evitar
carcajearme, él lo hizo de igual forma, después del exabrupto, la pasión se
volvió a encender con más fuerza: besos, mordidas, rasguños, cuando estuve a
punto de alcanzar el éxtasis le clavé lo más fuerte que pude las uñas en la espalda,
afortunadamente no le quedarían cicatrices.
Con los ánimos más calmados, permanecimos abrazados, mi
respiración ya era normal, él comenzó a besarme y acariciarme con suavidad, a
retirarme el pelo de la cara, de repente tuve una necesidad mortal, me envolví
con la sábana y me puse de pie, él me jaló hacia sí y me dijo en un tono
arrolladoramente sensual:
-
Te vas a quedar cerca de mí, en donde pueda
verte siempre-.
-
Debo ir al baño-.
-
Sí pero regresarás inmediatamente a mi lado-.
-
Claro que no, me escaparé por la ventana-.
-
Me daría cuenta rápidamente y te alcanzaría
donde quiera que estés sin ningún esfuerzo-.
-
Jajajaja, ya lo sé, por supuesto que
volveré, deseo hacer otra vez lo que hicimos hace rato, así que te daré tiempo
para recuperarte-.
-
No lo requiero, por mí podemos hacerlo todo lo
que queda de la noche-.
-
Más bien de la madrugada, ya es medianoche, te
dejaré sin fuerzas-.
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