Un día como hoy antes de la llegada de los españoles, el pueblo mexica de todos los estratos sociales visitaban los diferentes templos dedicados a nuestro señor de la lluvia y la fertilidad, el dios Tláloc, ofreciendo tamales, tamalli (envuelto) y la bebida de atole, atolli (aguado), para pedir sus favores, ya que se marcaba el inicio del ciclo agrícola.
No sólo para él era la ofrenda, también para los tlaloque (néctares de la tierra) ayudantes que se encargaban de repartir las vasijas de lluvia por los cuatro puntos cardinales:
Opochtli (zurdo) le correspodía el Norte.
Nappatecuhtli (cuatro veces señor), hacia el Este.
Yauhqueme (vestido de pericón), hacia el Oeste.
Tomiyauhtecuhtli (señor de nuestras espigas) hacia el Sur.
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