Me intrigó el
contenido de esa misteriosa bolsa, de modo que decidí hacer una breve pausa, me
fui a la sala, encendí una vela aromática de lavanda, me serví una copa de vino
y la coloqué en la mesa de centro en donde vacié lo que contenía: un atado de
cartas cuyo papel amarillento evidenciaba que llevaban muchos años de
resguardo, unas cuantas fotografías en blanco y negro con fecha al reverso del
verano de 1944, en algunas se podía apreciar a un atractivo hombre vestido de
militar; en otras, estaba acompañado por una encantadora mujer ataviada en un
uniforme blanco.
Estudié las
imágenes un rato; en unas, ambos miraban fijamente a la cámara y en otras, se
veían entre sí con expresión soñadora, de enamorados sin lugar a dudas. Una captó
aún más mi atención: parecía que se encontraban en un puente, él con su
considerable estatura la abrazaba protectoramente con gesto apesadumbrado,
ella, con la mirada baja que reflejaba una profunda tristeza, resultaba obvio
que estaba contemplando una escena de
despedida.
Me volví hacia la
mesa de centro, mi vista se fijó en una pequeña caja de terciopelo negro,
la abrí, en su interior hallé un vistoso anillo de oro blanco con una amatista
rodeada de brillantes.
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