miércoles, 7 de febrero de 2018

Un oasis en el desierto. Parte 6



Hasta el momento,  mis padres se habían consagrado a arreglar los compromisos matrimoniales de mis dos hermanos mayores y mi hermana de en medio, por lo cual pude tener una relación con Gemma sin grandes contratiempos, así estuvimos por casi un año hasta que como era de esperarse, la atención se volcó en mí, nadie notaba que estaba distraído a pesar que ya empezaban a surgir rumores de mis salidas nocturnas pero no lo tomaron en serio, “es una extranjera”- decían, lo olvidará pronto, nunca creyeron que sucedería todo lo contrario.



Justo había pasado una semana de su confesión,  cuando mi padre anunció que en  dos días más iríamos a llevar a cabo la petición de mano, incluso ya tenían lista la dote en oro, todo el negocio ya estaba concretado, pronto mi vida estaría unida a la de una total desconocida, entonces supe que tenía que actuar de inmediato. Reuní y empaqué algunas de mis pertenencias: objetos personales y una considerable suma de dinero que había conseguido ahorrar (para tener más libertad de movimientos había entrado a trabajar en un negocio con un amigo), me escabullí y llegué al apartamento de Gemma, le dije  que estaba dispuesto a enfrentar a mi familia, presentarla como la mujer que amaba y si no la aceptaban me iría con ella, dejamos mi equipaje y emprendimos el camino a casa de mis padres.


Como era de esperarse, no consintieron nuestra relación y de seguir insistiendo me olvidaría de su apoyo, inclusive mi padre me negó tres veces, quedando así roto nuestro lazo, sentí un vacío en el estómago y que algo se me fragmentaba, pero en el momento que dejé aquella residencia  sosteniendo la mano de Gemma y que nuestras miradas se toparon, me sentí más vivo que nunca, tenía la vivaz certeza de estar actuando cabalmente, sí, aunque muchos consideren que perdí el buen juicio.

  
El 26 de julio de 1952 el rey Faruk abdicó y partió al exilio junto con toda su familia hacia Nápoles, Italia, la revolución liderada por Gamal Abdel Nasser había triunfado, muchos cambios siguieron los meses posteriores, a casi un año de ese acontecimiento, muchos extranjeros regresaron a sus respectivas patrias, eso estaba pasando justo cuando me armé de valor para decidir mi propio destino.


Al día siguiente en que tomé la decisión definitiva de seguir a lo que realmente sentía, Gemma se fue a Inglaterra y yo permanecí un tiempo más en Egipto, más que nada para ver la forma de seguir con el negocio que ya tenía junto a un muy buen amigo que hice en Oxford, unos meses después trasladamos la operación a tierras británicas, al reencontrarnos,  me di cuenta que tenía que ser un hombre digno para ella, aún cargaba en mi conciencia lo que concernía a un buen caballero musulmán, y mucho tenía que ver con ser un buen proveedor.


En otros asuntos, ya antes la había acompañado a una cacería en mi país, después la seguí en las que tuvieron lugar en su territorio, con el tiempo cualquier dejo de culpa quedó nulificado y muy pronto estuve preparado para dar el siguiente paso. Jalil Abbud




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