Hasta el momento, mis
padres se habían consagrado a arreglar los compromisos matrimoniales de mis dos
hermanos mayores y mi hermana de en medio, por lo cual pude tener una relación
con Gemma sin grandes contratiempos, así estuvimos por casi un año hasta que
como era de esperarse, la atención se volcó en mí, nadie notaba que estaba
distraído a pesar que ya empezaban a surgir rumores de mis salidas nocturnas
pero no lo tomaron en serio, “es una
extranjera”- decían, lo olvidará pronto, nunca creyeron que sucedería todo
lo contrario.
Justo había pasado una semana de su confesión, cuando mi padre anunció que en dos días más iríamos a llevar a
cabo la petición de mano, incluso ya tenían lista la dote en oro, todo el
negocio ya estaba concretado, pronto mi vida estaría unida a la de una total
desconocida, entonces supe que tenía que actuar de inmediato. Reuní y empaqué
algunas de mis pertenencias: objetos personales y una considerable suma de
dinero que había conseguido ahorrar (para tener más libertad de movimientos
había entrado a trabajar en un negocio con un amigo), me escabullí y llegué al
apartamento de Gemma, le dije que estaba
dispuesto a enfrentar a mi familia, presentarla como la mujer que amaba y si no
la aceptaban me iría con ella, dejamos mi equipaje y emprendimos el camino a
casa de mis padres.
Como era de esperarse, no consintieron nuestra relación y de
seguir insistiendo me olvidaría de su apoyo, inclusive mi padre me negó tres
veces, quedando así roto nuestro lazo, sentí un vacío en el estómago y que algo
se me fragmentaba, pero en el momento que dejé aquella residencia sosteniendo la mano de Gemma y que nuestras
miradas se toparon, me sentí más vivo que nunca, tenía la vivaz certeza de
estar actuando cabalmente, sí, aunque muchos consideren que perdí el buen juicio.
El 26 de julio de 1952 el rey Faruk abdicó y partió al exilio
junto con toda su familia hacia Nápoles, Italia, la revolución liderada por
Gamal Abdel Nasser había triunfado, muchos cambios siguieron los meses
posteriores, a casi un año de ese acontecimiento, muchos extranjeros regresaron
a sus respectivas patrias, eso estaba pasando justo cuando me armé de valor
para decidir mi propio destino.
Al día siguiente en que tomé la decisión definitiva de seguir a
lo que realmente sentía, Gemma se fue a Inglaterra y yo permanecí un tiempo más
en Egipto, más que nada para ver la forma de seguir con el negocio que ya tenía
junto a un muy buen amigo que hice en Oxford, unos meses después trasladamos la
operación a tierras británicas, al reencontrarnos, me di cuenta que tenía que ser un hombre digno
para ella, aún cargaba en mi conciencia lo que concernía a un buen caballero
musulmán, y mucho tenía que ver con ser un buen proveedor.
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