Nunca había sentido esta pasión arrebatadora hasta que me topé con el primer inmortal masculino pero en ése momento no pudimos darle rienda suelta ya que yo estaba con alguien que fue muy importante en el inicio de mi existencia como la vivo ahora. Era un pacto de lealtad y profundo respeto mutuo.
La observaba de lejos, su ser emanaba una naturaleza dual por demás compleja: fragilidad y fortaleza, hielo y fuego, me identificaba pero a la vez me era lejana por alguna razón.
No me asustaba ni me sorprendía la atracción entre personas del mismo sexo. En aquella época cuando formaba parte de las concubinas imperiales, hubo un momento, justo cuando comenzaron los funestos presagios, que la disciplina en esa área del palacio empezó a relajarse, el emperador Moctezuma dejó de requerirnos en su lecho. Fue cuando algunas mujeres recurrieron a la autosatisfacción y calmar sus urgencias físicas entre ellas, No sentí siquiera curiosidad, para mí los placeres carnales habían sido un deber, era agradable cumplirlo pero no necesario.
Y aquí estaba, vagando por una zona boscosa de un país allende del mar, con otra lengua y cultura muy rica pero diferente a lo había conocido. Ahí estaba yo, invadiendo la privacidad, deleitando mis sentidos con tan exquisita criatura.
Vestía una túnica casi transparente, la voluptuosidad de su cuerpo asfixiaba, la blancura de su piel deslumbraba, todo lo remataba un rostro de facciones delicada e inocente apariencia, enmarcado por una cabellera ondulada rubia rojiza.
¿Mortal o inmortal? No importaba, era divina, seguramente una deidad mayor de un país donde abundaban hadas y duendes. De pronto, su oscura mirada se clavó en mí, justo en ese instante era donde contestaba esa pregunta, lo único que se pudo hacer evidente fue su marcada y hechizante dualidad, su eterna dualidad.
La observaba de lejos, su ser emanaba una naturaleza dual por demás compleja: fragilidad y fortaleza, hielo y fuego, me identificaba pero a la vez me era lejana por alguna razón.
No me asustaba ni me sorprendía la atracción entre personas del mismo sexo. En aquella época cuando formaba parte de las concubinas imperiales, hubo un momento, justo cuando comenzaron los funestos presagios, que la disciplina en esa área del palacio empezó a relajarse, el emperador Moctezuma dejó de requerirnos en su lecho. Fue cuando algunas mujeres recurrieron a la autosatisfacción y calmar sus urgencias físicas entre ellas, No sentí siquiera curiosidad, para mí los placeres carnales habían sido un deber, era agradable cumplirlo pero no necesario.
Y aquí estaba, vagando por una zona boscosa de un país allende del mar, con otra lengua y cultura muy rica pero diferente a lo había conocido. Ahí estaba yo, invadiendo la privacidad, deleitando mis sentidos con tan exquisita criatura.
Vestía una túnica casi transparente, la voluptuosidad de su cuerpo asfixiaba, la blancura de su piel deslumbraba, todo lo remataba un rostro de facciones delicada e inocente apariencia, enmarcado por una cabellera ondulada rubia rojiza.
¿Mortal o inmortal? No importaba, era divina, seguramente una deidad mayor de un país donde abundaban hadas y duendes. De pronto, su oscura mirada se clavó en mí, justo en ese instante era donde contestaba esa pregunta, lo único que se pudo hacer evidente fue su marcada y hechizante dualidad, su eterna dualidad.
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