El semblante de los ahí presentes al principio fue festivo, dioses de todas las épocas y civilizaciones legendarias se daban cita cuando sus agendas cuadraban, tenían todo un año para organizarse; por lo general, lo hacían unos días después del solsticio de verano, en algún agradable y representativo lugar que elegiese la deidad que ganaba el torneo del momento.
El triunfador fue Tláloc; fiel a su elemento, el paraíso elegido fue una playa escondida en alguna costa mexicana, los demás no pudieron estar más que complacidos.
Pero en esta ocasión, ni el embelesador paisaje, ni los suculentos manjares ni el fantástico vino que se servía sin límite, todo cortesía de Dionisio, no fueron suficientes para distraerlos del próposito real que los tenía convocados.
- Lamento amargar tan sublime convite, pero en estas épocas que corren, no somos más que un glorioso recuerdo y a veces ni siquiera eso- indicó Hades con malicioso semblante.
- Mi esposo tiene razón, los mortales no sienten temor ni respeto por nada ni nadie- secundó Perséfone.
- La sangre corre y no es para honrarnos precisamente- terció Huitzilopóchtli chocando puños con Ares.
- Han tergiversado terriblemente el concepto del amor, han caído en excesos- intervino Afrodita.
- No hay sensualidad alguna en sus perversiones- prosiguió Xóchiquetzal.
- Destruyen todo a su paso, han abusado de la naturaleza, no valoran lo que les hemos otorgado, dan por hecho que lo tendrán siempre- dijeron al unísono: Démeter, Xipe- Tótec y Artios.
La escuadra egipcia se dedicó a observar y analizar, en parte estaban de acuerdo con los argumentos expuestos per tampoco querían generalizar a toda la humanidad.
Quetzalcóatl, Zeus, Tláloc, Poseidón y Ra se miraban entre sí, tenían que tomar acción pero no podían dejarse llevar por los impulsos de los demás, debían tomar una determinación que causase los menos daños posibles. De pronto hubo un llamado que sólo ellos escucharon, aprovechando el caos reinante, se escurrieron discretamente seguidos por sus respectivas consortes.
- Lamento amargar tan sublime convite, pero en estas épocas que corren, no somos más que un glorioso recuerdo y a veces ni siquiera eso- indicó Hades con malicioso semblante.
- Mi esposo tiene razón, los mortales no sienten temor ni respeto por nada ni nadie- secundó Perséfone.
- La sangre corre y no es para honrarnos precisamente- terció Huitzilopóchtli chocando puños con Ares.
- Han tergiversado terriblemente el concepto del amor, han caído en excesos- intervino Afrodita.
- No hay sensualidad alguna en sus perversiones- prosiguió Xóchiquetzal.
- Destruyen todo a su paso, han abusado de la naturaleza, no valoran lo que les hemos otorgado, dan por hecho que lo tendrán siempre- dijeron al unísono: Démeter, Xipe- Tótec y Artios.
La escuadra egipcia se dedicó a observar y analizar, en parte estaban de acuerdo con los argumentos expuestos per tampoco querían generalizar a toda la humanidad.
Quetzalcóatl, Zeus, Tláloc, Poseidón y Ra se miraban entre sí, tenían que tomar acción pero no podían dejarse llevar por los impulsos de los demás, debían tomar una determinación que causase los menos daños posibles. De pronto hubo un llamado que sólo ellos escucharon, aprovechando el caos reinante, se escurrieron discretamente seguidos por sus respectivas consortes.
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