miércoles, 29 de noviembre de 2017

Crónica de una condena (Flor de Luna)



COMPROMISO



Ciudad de México, Miércoles 29 de Agosto 2012

12:30 am



Al día siguiente del ritual de Litha, dimos un paseo por un prado cercano a los acantilados de Moher, el escenario para lo que sucedería a continuación no podía ser más perfecto.



Toda la noche había estado dándome vueltas en la cabeza como empezar, mentira, ¿a quién engaño?, llevaba meses maquinando este momento. Haciendo un recuento de mi vida amorosa: había sido amante, esposa, viuda.Duré mucho tiempo soltera con algunas relaciones casuales, nada que tuviera alguna sensación de permanencia; pero, acaso, ¿algo en este mundo realmente lo es?



Entonces llegó Gauthier, por primera vez tanto en mi  existencia humana como inmortal me había enamorado; y para colmo, de alguien de mi misma condición pero de una naturaleza tan cambiante que podía ser duro y frío; por otro lado, muy tempestivo, una vez terminada la sofocante pasión inicial, tuve que comprender que tenía que seguir mi camino sin él o acabaría emocionalmente devastada.



  
Más sin embargo, esa relación me trajo lo que ahora tengo, esa anterior tormenta me trasladó a un remanso de paz, conocí a Miranda MacDowell, a pesar de representar esa calma, tuvimos nuestras propias tempestades, separaciones que dolieron, indecisiones, la mayoría fueron por mi causa pero siempre estuvo y ha estado ahí, fue cuando por fin supe como iniciar, la miré a los ojos:


-      Ya que estamos en tu país, quiero recordar una leyenda-.

-      ¿Cuál?, alguna que no conozco, no lo creo-.

-      Es una historia que tiene varias versiones, cualquiera sería la adecuada en este instante-.

-      Sorpréndeme-.



-      Hace 300 años un irlandés llamado Richard Joyce de la bahía de Galway emigró a las Indias Orientales con el propósito de hacerse de una buena cantidad de dinero para casarse con su prometida pero el barco fue capturado y él, vendido como esclavo a un orfebre musulmán en Argelia, cuando el rey Guillermo III ascendió al trono ordenó la pronta liberación de prisioneros británicos, quedando Joyce en libertad, el orfebre le ofreció la mitad de su fortuna y la mano de su hija ya que le había tomado aprecio pero él decidió volver a su hogar para casarse con su prometida, quién tras 14 años seguía esperándolo y así diseñó un anillo como símbolo de su amor-.



-      El anillo de Claddagh-.



-      Asi es, hay otra: Margareth Joyce, quien pertenecio al clan Joyce Galway, con la herencia que le dejara su primer esposo, financió la construcción de puentes en dicha localidad, en recompensa a su caridad, un águila dejó caer sobre su regazo dicha sortija-.



-      Hermosas leyendas, pero ¿A dónde nos llevan?-.



-      La que sigue seguramente la conoces mejor que yo, tiene que ver con la cultura de la que eres originaria; Dagda, dios del Sol se enamoró de Anu, la diosa del firmamento y madre de los celtas. De su amor nace Beathauile (la humanidad) de ese amor se crea el anillo de Claddagh, la simbología de la mano derecha es de Dagda, la izquierda de Anu y el corazón la vida que nació de la unión-.



-      Ésta y la primera son mis favoritas pero sigo sin entender-.



-      Quería que fuera lo más simbolico posible y no hallé algo más adecuado para decirte: con mis manos te doy mi corazón, y lo corono con mi amor, ¿te quieres casar conmigo?-.





Acto seguido saqué la cajita de terciopelo negro, ahí estaba el anillo en todo su esplendor: la corona rodeada de pequeños diamantes sobre las manos unidas sosteniendo un corazón de esmeralda diseñado en oro blanco. Los ojos de Miranda a pesar de ser intensamente oscuros parecían iluminados.



-      Sí que me has sorprendido pero yo no tengo nada que darte-.

-      Ya lo has hecho-.

-      Acepto, en lo que hayas decido hacer con respecto a Gauthier te ayudaré, también se lo debo-.

-      No hablemos de ese tema ahora-.





Le coloqué la sortija en el dedo anular de la mano izquierda con el corazón apuntado al exterior en señal de compromiso y permanecimos ahí contemplando el atardecer, fue cuando le pregunté:



-      ¿Empezarías por vivir conmigo?-.

-      Prácticamente soy una nómada virtual, no es problema, me gusta México para residir de forma más permanente-.

-      Y si lo deseas, te podría conseguir una cátedra-.

-      Hace tiempo que no doy clases, sería interesante-.

-      Te gustaría que nos casáramos primero, ¿en México o Nueva York?-

-      Ya lo decidiremos-.



Había muchos cambios por venir que conllevarían diversos trámites; pero tenemos tiempo de sobra.
















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