Cada minuto al lado de Gemma me intrigaba, me desconcertaba y me maravillaba a la vez: su fuerza física sobrehumana, su sabiduría y la avasallante feminidad con la que se conducía me dejaban perplejo. En definitivo, había algo en ella que no era normal; al principio, se esforzó en ocultarlo pero con la convivencia y la confianza mutua adquirida en nuestra etapa de cortejo, fue develando que su verdadera naturaleza no pertenecía a este mundo.
Una noche se me ocurrió seguirla, no me explicaba como una joven mujer de sus características iba a la zona de bares de mal talante que abundaban a las orillas del puerto, fui equipado con algunos conocimientos de lucha aprendidos de los hombres del desierto que conocí cuando me aislaba a pensar para enfrentarme conmigo mismo y un arma blanca por si surgía una situación que ameritara su uso; de pronto, unos gritos me sacaron de mis pensamientos, em concentré para averiguar de donde venían.
La escena me petrificó por unos segundos: un soldado del ejército británico yacía inconsciente en el suelo, ella estaba inmóvil observándolo y otra mujer se encogía en un rincón para protegerse. De pronto Gemma levantó la mirada en mi dirección, sus ojos adquirieron un brillo atemorizante e hipnótico y ordenó:
- Llévala a mi apartamento, la casera entenderá que es una paciente, se ha acostumbrado a que atienda heridos pasada la medianoche y además ya te conoce, los alcazaré luego-.
Asentí sin reclamar; en ese momento, mi mente se puso en blanco, mi cuerpo fue guiado a actuar mecánicamente por una fuerza superior e invisible, la mujer terminó por desvanecerse en mis brazos, no me fui difícil llegar hasta mi auto con ella a cuestas muy a pesar de lo que había estacionado a una distancia considerable de la zona, arranqué y llegamos sin demora al centro del Cairo, la casera se apresuró a recibirnos, me ayudó a abrir la puerta del apartamento. Al entrar al deposité en unos de los sillones de la pequeña estancia, hasta ese momento mi cuerpo se conectó a mi mente de nuevo.
¿Cómo fui capaz de dejar a la mujer de mi vida sola en aquel oscuro callejón?
Tomé las llaves del vehículo dispuesto a regresar por ella, cuando oí que alguien iba entrando, era Gemma con su tranquilo semblante de costumbre. La mujer se fue despertando y comenzó a gritar, Gemma la tomó de las manos, la miró fijamente, recitó algunas frases en un idioma que no entendí en lo absoluto, preparó una infusión que se impregnó en el ambiente y se la dio, cayó en un relajante trance en el que también estuve a punto de sucumbir. Nos pasamos lo que quedó de la madrugada en vela y sin hablar.
Por la mañana, la mujer no recordaba casi nada de lo sucedido, nos agradeció, después de desayunar la llevamos a su casa, en el trayecto de regreso no pude evitar preguntarle a Gemma:
- Exactamente, ¿Qué ocurrió anoche?-.
- Ya estás listo para saberlo, la historia será larga-.
- Tengo tiempo-.
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