UN BREAK ANTES DEL VIAJE A PARÍS
Ciudad de México, Lunes 07 de Mayo 2012
12:00 am
Apenas el sábado por la mañana fui por ella al Aeropuerto, siempre nos vemos con emoción cada que nos visitamos en nuestras respectivas ciudades, cada que venía a verme veía el paisaje con especial atención, como si fuera la primera vez, eso me encantaba y lo compartía con ella, maravillarnos aunque ya hubiésemos estado ahí.
Llegamos relativamente pronto a mi departamento en el centro de Coyoacán; una vez adentro, le dio una revisada a su alrededor y sonrió satisfecha:
-No has cambiado nada desde hace ocho meses, me agrada-.
- Me gusta como ha quedado y no he tenido mucho tiempo-.
Subimos a su habitación, desde la primera vez que conoció mi hogar, había elegido ese espacio y lo decoró a su gusto, casi todo era blanco pues es su color favorito, excepto las cortinas y el edredón verde esmeralda, unos alcatraces decoraban la mesa de noche, los había comprado esa misma mañana antes de ir por ella. Mientras la ayudaba a instalarse, se refrescaba y se cambiaba de ropa, le pregunté:
-¿Qué te apetece hacer?-
-Ir a Centro Histórico-
-Nos vamos en media hora-
Nos fascina lo antiguo, no en balde habíamos estudiado arqueología y antropología, nos gustaba la aventura y los viajes, el pasado nos embebía pero no tanto como para no disfrutar del presente. Cuando nos visitábamos, pasar la mayor parte del tiempo juntas era primordial. Pasamos el resto de la tarde en el Zócalo, la Catedral, viendo a los danzantes, en el Museo de la Ciudad de México y para rematar, en el Museo Nacional de las Culturas, todavía alcanzamos la exposición E Tū Ake: Orgullo māori.
Para el día siguiente quería sorprenderla, salimos temprano con cámaras en mano en mi Aveo azul eléctrico, al cabo de un rato me cuestionó:
-¿Vamos a Teotihuacán?-
-No, espera y verás-
Tomé la Autopista México-Marquesa y luego de casi dos horas de camino llegamos al Centro Ceremonial Otomí, al verlo, puso tal cara de asombro que me sedujo y a la vez me puso alerta, era el momento de lucir mis conocimientos.
Le expliqué a detalle la simbología de la Plaza Sagitario, El Tahay (mensaje del fuego y de la vida), La Plaza del Coloso, la del Sol, el mural de Sámishy (jaguar que habla y camina) y por último nos entretuvimos con el mural de Dámishy, éste representa en su esplendor la cosmogonía del pueblo otomí.
Después de la sesión de fotos, descansamos cerca de la cascada desde donde contemplamos un impresionante atardecer mientras brindamos con un Merlot, tenía la mirada perdida y la expresión soñadora, al verla así no podía evitar reprocharme, ¿cómo pude creer que no podía ser mi compañera eterna?, ahora surgía otra duda, ¿querrá que tengamos una vida en común?, nunca lo había sugerido pero quizá ya debía averiguarlo y lo haría en su territorio.
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